¿Sabes cómo es capaz de detenerse tu turismo con tanta potencia y efectividad? La respuesta está en los frenos del coche, un sencillo sistema que nos asegura una capacidad de retención importante. Hoy te vamos a explicar cómo funciona este elemento, pero empezaremos diferenciando entre los distintos sistemas disponibles.
Básicamente, hay dos tipos de frenos de coche, los tradicionales tambores, o frenos de tambor, que cada vez equipan menos modelos, y los de disco, que son los más extendidos.
Una clasificación clásica de los sistemas de frenado podría ser esta:
- Frenos de Tambor: consiste un tambor girando solidariamente a la rueda que tiene un material de fricción capaz de frenar el coche cuando se empuja contra el tambor.
- Frenos de Disco: consta de un disco rotor metálico sobre el que se ejerce presión a través de las pinzas de freno (que tienen montadas unas pastillas de material de fricción) mediante un sistema hidráulico, normalmente. Estas pastillas son las que se aplican contra la superficie del disco para generar fuerza de frenado.
- Freno de Estacionamiento: el freno de mano, que actúa solamente sobre las ruedas posteriores y sirve para mantener el coche parado en un estacionamiento.
El funcionamiento de los frenos es, básicamente, como sigue: cuando pisamos el pedal de freno, se activa una bomba hidráulica que conduce el líquido de frenos hacia las pinzas de freno. La presión del líquido hace que los pistones empujan las pastillas. Estas pastillas hacen fricción contra el disco de freno, donde la energía cinética se convierte en calor disipado, y así el conjunto del vehículo desacelera progresivamente.
De aquí podemos intuir algunos problemas que nos podemos encontrar con los frenos: que se desgasten las pastillas es algo obvio, pero también que la cantidad de calor generado por la fricción sea demasiado como para ser disipado correctamente. Estas dos situaciones provocan deficiencias en la frenada.
Es muy improbable que nos encontremos en situaciones que provoquen la rotura de un disco de freno, pero sí que podemos experimentar fading u otros problemas menores. Por eso vamos a ver todo en detalle, para arrojar algo de luz al interesante mundo del sistema de frenado.
El proceso de frenado no se limita tan solo al sistema hidráulico que transmite la fuerza que ejercemos sobre el pedal y lo convierte en presión sobre los discos, fricción y disipación de calor. Por decirlo así, un coche frena correctamente si tanto ese sistema de frenos como las suspensiones y los neumáticos funcionan bien.
Es muy importante que las ruedas estén correctamente equilibradas, que las suspensiones no presenten holguras ni signos evidentes de deterioro, y que los neumáticos tengan las presiones correctas. De hecho, por mucha potencia de frenado de que dispongamos, si los neumáticos no son capaces de satisfacer la exigencia de los frenos, nuestro coche no responderá adecuadamente al deseo de frenar.
Siendo el único punto de contacto entre el coche y la calzada, el neumático tiene un límite de adherencia que es el que sitúa, a su vez, el límite en la capacidad de frenado del coche. Si sobrepasamos ese límite en frenada, los neumáticos patinarán, o bien entrará en funcionamiento el ABS (que será lo normal), de forma que la distancia de frenado aumentará. Por tanto, el buen estado de los neumáticos, sus correctas presiones y, también, la calidad del mismo, serán decisivos a la hora de garantizar una buena frenada.
Los frenos son un elemento principal en la seguridad del vehículo, por eso siempre deberán ser revisados antes de cada viaje
No olvides conducir con responsabilidad y siguiendo siempre las señales de tráfico.
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